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Qué es la ansiedad: analizando la sociedad del estrés

Jesús
17 de febrero de 2021
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Me han preguntado mil veces eso de qué es la ansiedad. Es difícil darle respuesta a eso sin hablar de estrés, de esta sociedad, de nuestra forma de vida.

En esta entrada voy a hablaros un poco del tema desde mi experiencia y formación. Como tengo publicado un libro sobre ansiedad, voy a abordar el asunto por encima, para no aburriros.

¿Qué es la ansiedad? Un síntoma de una sociedad que lo quiere todo perfecto y rápido

Existen muchas publicaciones médicas especializadas que definen la ansiedad mejor de lo que podría redactar yo aquí. No me interesa tanto entrar en eso, como hablar de por qué creo que la sociedad favorece mucho este problema, que está cada vez más presente en la población mundial.

Basta con echar un vistazo a los estudios epidemiológicos sobre ansiedad en el mundo para comprobar que estamos ante un problema serio, y cada vez más común. ¿Qué nos está pasando, que parece que se nos va de las manos esta situación?

Desde mi punto de vista hay varios elementos que conforman la tormenta perfecta de la ansiedad:

  • El estrés es algo normalizado.
  • Los médicos carecen de la formación necesaria en salud mental.
  • La enfermedad mental está muy estigmatizada.

Me gustaría desarrollar un poco más estas ideas, porque me tocan muy de cerca, y es un tema que me apasiona investigar como futuro psicólogo.

Hemos normalizado una vida llena de estrés

Y casi ni nos hemos dado cuenta.

Ahora que he superado mi problema con la ansiedad, veo la vida desde una perspectiva diferente. Cuando voy a mi trabajo, me llama la atención la gente que va casi corriendo a todas partes, los conductores en atascos pitándose unos a otros, el enfado general… y eso que no vivo en una gran ciudad. Me siento rodeado de un clima de frustración en las grandes y las pequeñas cosas.

Si me paro en una cafetería, percibo que hay poca gente disfrutando de su café con calma. Parece más bien una gasolinera: una parada obligatoria para cargar la batería con cafeína y tirar millas, a poder ser cuanto antes. Hiperestimulados. Se toman el café con alguien, mirando su móvil y manteniendo una conversación: haciendo todo a la vez, pero sin hacer nada del todo.

Esto se parece al timbre que llevo en la bicicleta

Desde que tuve un trastorno de ansiedad, procuro tomarme la vida con algo más de calma. Voy al trabajo en bicicleta, y me paro a disfrutar mi café. Hago mi trabajo, pero no vivo para él. Procuro salir con tiempo, para nunca tener prisa. Y sólo pito a los niños pequeños que me ven pasar en la bicicleta y me saludan, o a los que no se lo esperan. Les encanta el sonido del timbre (he equipado mi bicicleta con uno en forma de unicornio, bastante gracioso teniendo en cuenta que soy un adulto).

No quiero una vida en la que tengo que contar los minutos que me faltan para la siguiente etapa, a la que tengo que llegar casi sin aliento. Desayunar rápido, ir al trabajo sin tiempo ni para un café, pitando a todo el mundo, preocupado por mis tareas. No pudiendo tomarme un rato para una pequeña siesta o para comer, sin móviles, charlando con un viejo amigo, para luego rematar la jornada sin tiempo para mi pareja, y mirar con tristeza lo lejos que me queda todavía el fin de semana. Esa vida es una elección: yo le dije hasta siempre hace tiempo. Una decisión clave para salvarme.

Y es que eso era una fuente de estrés social. Estrés del malo. Del que causa esta ansiedad galopante. Del que se extiende sin control, porque lo hemos normalizado.

Los médicos de atención primaria son la primera defensa

Y no está funcionando nada bien.

Al menos los médicos saben que no saben, que ya es algo. No es culpa suya que apenas se les enseñe, pero sí tienen la responsabilidad de no ampliar su formación más tarde. Después de todo, son la primera barrera que la sociedad tiene para evitar que un trastorno de ansiedad se convierta en algo realmente común.

Si nuestra primera defensa no funciona, imaginemos cómo están las siguientes. Si mi médico de cabecera no sabe hacer otra cosa que prescribirme un psicofármaco, ¿qué puedo esperar de mi otorrino, al que acudo por un acúfeno que me tiene desquiciado? Son maravillosos especialistas, sí, pero quizá se olvidan (o no pueden permitirse) conectar con sus pacientes empezando por la base. Estoy convencido de que eso también cura.

Sí, faltan recursos en el sistema, como psicólogos más accesibles para el ciudadano medio

Yo superé mi ansiedad porque tenía el dinero para pagarme una buena terapia. Otra gente no es tan afortunada. Si hubiera sido por mi médico de atención primaria, por los muchos que me vieron, seguramente seguiría en el agujero. Medicado. Funcionando lo suficientemente bien para poder seguir con mi vida de estrés crónico. Tristemente, a más de uno os sonará la dinámica.

Al final, si tienes una enfermedad mental y vas a un médico, dependes muchísimo de la suerte de que le interese el tema, o del dinero que tengas para buscarte la vida. Y eso es algo difícil de aceptar en una sociedad moderna, avanzada y empática. Salvados hizo un programa francamente bueno, Uno de cada cinco, en el que aborda estos asuntos, y que sensibiliza. Lo recomiendo. No digo que los médicos lo hagan por mal, claro que no. Insisto: creo que en muchos casos no saben hacerlo mejor. O no se han dado cuenta de que necesitamos, desesperadamente, que se pongan las pilas con el tema. Hay también honradas excepciones (yo las he encontrado).

Y es que, por falta de humanidad y conocimiento de médicos y profanos, se nos está suicidando demasiada gente, y tenemos a otros tantos medio destrozados, con vidas que no tendrían por qué ser tan malas. Un lujo que no podemos ni debemos permitirnos.

La enfermedad mental está muy estigmatizada

Siempre pongo el ejemplo de que si en el trabajo decimos que tomamos Omeprazol para el ardor de estómago, no le llama la atención a nadie. Pero si decimos que tomamos un antidepresivo o un ansiolítico, nos sentimos mal. Raros. Rotos. Menos valiosos.

Es un tema tabú. Así que mejor nos lo callamos. Porque, ciertamente, la gente lo ve mal.

Yo no valgo menos por haber pasado por una enfermedad mental. De hecho, valgo más. No más que tú, que lees estas líneas, ni que el promedio de la humanidad que no ha sufrido un trastorno. Pero sí más de lo que valía antes de pasar las de Caín en el proceso de transformación necesario para recuperarme. Superar la ansiedad me ha enseñado, me ha convertido en una versión mejor de mí mismo. Lo reiteraré siempre. No me dejo avasallar por lo que está socialmente aceptado.

Romper ese estigma está en nuestras manos. No digo que haya que hacer un ejercicio de discriminación positiva, porque no me gustan esas cosas. Hablo de asumir la enfermedad mental por lo que es: un problema de salud más. Puede pasarte a ti, a mí y a cualquiera. Ni más, ni menos.

El tratamiento para la ansiedad parte de todos… empezando por cada uno

Si sentimos algo de preocupación por cómo están las cosas en el terreno de la salud mental, no basta con quejarse. Me gustaría aportar algunas ideas sencillas que se me ocurren. Entender qué es la ansiedad supone una oportunidad para ayudar a reducir el sufrimiento humano.

No son cosas grandilocuentes e inútiles, como el tan manido “los políticos tendrían que hacer X o Y cosa para que se solucionase el problema”. Nada de externalizar la responsabilidad, lanzando balones fuera. Cada uno de nosotros podemos:

  • Comprometernos a cuidar de nuestra salud física y mental, tratándonos con el cariño y respeto que nos merecemos. Tomarnos la vida con calma y con perspectiva, porque es maravillosa… pero, por desgracia, se acaba. Este precioso vídeo habla mucho de eso: perspectiva, calma. Centrémonos en las cosas que de verdad nos importan, y conjuremos así el estrés crónico.
  • Aprendamos un poco más sobre salud mental (sobre todo si eres médico, y especialmente si eres de atención primaria). Nos ayudará a entendernos mejor, y a ser más sensibles con estos asuntos. Algo que liga con el siguiente punto.
  • Desarrollemos un poco más de empatía y capacidad de comunicación. A mí no me importa hablar de mi problema de ansiedad, porque creo que es una forma maravillosa de normalizarlo y abrir la puerta a que otros lo lleven mejor. Por eso escribí un libro, y por eso redacto estas líneas. Seamos generosos con todas las enfermedades, y no solo con aquellas que comprendemos, que nos tocan de cerca. Yo también pensaba que los que tenían ansiedad eran gente que no tenía mayores preocupaciones. Hasta que un día llamó a mi puerta y me puso de rodillas. Y me hizo menos ignorante. Vivir es aprender, por suerte.

El cambio personal es el mejor tratamiento para la ansiedad. Si nos tomamos la vida con calma, aprendemos y desarrollamos empatía con la salud mental, no solo nos protegemos a nosotros mismos: en el proceso, protegemos también a los demás. Y ponemos algo de cordura en este bendito mundo de locos.

Y si no logras entender qué es la ansiedad o por qué ha llamado a tu vida, pide ayuda. Existen terapias como la de Aceptación y Compromiso, entre muchas otras que un profesional de la salud mental podrá aportarte. ¡No te conformes! Hay muchísimo que puedes hacer.

<h2 style="color:white;font-size:35px">Jesús</h2>

Jesús

JMT Psicología

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