Voy a contarte cómo conseguir resultados cuando no te salen las cosas o, mejor dicho, qué hago yo cuando esto me sucede.
Y es que, a veces, somos incapaces de cumplir con los objetivos que nos hemos marcado. Suele ser por una mezcla de factores: nosotros, el entorno, el azar… muchas cosas. Como a mí no me gusta la mentalidad victimista, quería proponeros otra hoja de ruta. ¡Ser la víctima no nos pega!
Cómo conseguir resultados cuando las cosas no salen como queremos (en 3 + 1 pasos)
Como siempre que me siento mal porque las cosas no me salen como quiero, puse en marcha mis mecanismos de autorremolque.
Creo que estos ciclos son parte de la vida, pues es poco realista pensar que siempre nos va a salir todo. Y ojo, decimos que no lo pensamos pero… en el fondo, más de uno se pasa de autoexigente.
Por eso, conviene tener a mano una estrategia eficaz para usarla como trampolín para superar ese tipo de bache. ¿Cómo hago esto? Siguiendo 3 + 1 pasos (os dejo un ejemplo práctico de mi pasado, por si ayuda):
1. Identifico los problemas
Resulta fundamental establecer con claridad y precisión por qué me siento así. En esta ocasión, imaginemos que identifico una suma de sentirme más solo, falta de organización personal, laboral y financiera (especialmente por mi boda), el estancamiento en mi plan de mejora física y la falta de tiempo para desarrollar mis proyectos personales.
Todo ello se resume en lo que yo denomino “falta de dinámica“: no avanzo hacia lo que quiero tal y como me gustaría, y eso trae consigo frustración y malestar (ojo, que ahí yace una distorsión cognitiva psicológica). Si os hace falta buscar ayuda en este punto, hacedlo. Yo cuento con una nutricionista en casa, entrenador personal, familia, amigos y hasta una psicóloga si lo necesito.
Rodearse de una comunidad, sea cual sea, es clave en el bienestar psicológico.
2. Planteo posibles soluciones
Ahora que las causas están más claras, es el momento de coger esas piezas de nuestra vida y volver a construir algo bueno con ellas, planteando estrategias concretas para superar cada adversidad o reducir su impacto negativo todo lo posible.
Siguiendo con el ejemplo, he decidido conectar más con mi pareja y seres queridos, organizando más planes juntos o contactando con ellos por la red. Ayuda ordenar mi tiempo con un nuevo cuaderno que llevaré conmigo a todas partes (es mi muleta hasta que me sienta mejor).
También he diseñado un plan para no trabajar más de lo que puedo soportar, distribuyendo mejor mis esfuerzos. Así, he planteado una estrategia financiera defensiva, con un presupuesto personal ajustado que me permita no agobiarme hasta que pague mis deudas. Y me he montado un pequeño espacio para hacer ejercicio en el trabajo que llevaba mucho tiempo soñando, además de un plan de nutrición que me ayude a coger más dinámica.
Tener un plan así aporta una tranquilidad inmensa, porque contar con una hoja de ruta alivia la mente de cualquiera (sobre todo de los que, como yo, somos controladores).
3. Introduzco cambios
Todo esto que comento no es algo que vaya a implementar de aquí a un mes. No. Todo empieza tan pronto como me sienta preparado. Este matiz es importante porque, aunque creo en la máxima de que nunca vamos a estar mejor que ahora para hacer nada, también he aprendido a aceptar mis plazos. Equilibrio.
Está muy bien empezar con ganas, vaya, pero también darnos margen para encajar los golpes; es importante organizar la herencia de miles de euros que nos deja un ser querido, pero no hace falta que sea el día del funeral. Calma. Así que puse en mi cuaderno diferentes fechas para cada cosa, en un plazo de no más de siete días para ninguna de ellas.
Poco a poco y con calma voy reintroduciendo mis hábitos positivos, que me ayudan a remolcarme hacia el bienestar. Me he apoyado en el libro El poder de los hábitos, que es una pasada.
En este punto tal vez os preguntéis cuál es el cuarto paso. El más importante.
Perseverar no es un objetivo, sino una actitud
No siempre es fácil establecer esa diferencia, sobre todo cuando estamos de bajón. Pero en lo de cómo conseguir resultados, este paso es crucial.
El cuarto paso es perseverar. Encajar el golpe y seguir adelante, por mal que pinten las cosas. La perspectiva de verme más solo, con mucho trabajo por delante, proyectos y estado de forma en el dique seco, además de un mes de caos financiero, es suficiente para que le dé vueltas de más a la cabeza y me estanque en pensamientos improductivos. Toca ponerse en marcha y no centrarse en lo que fue o podría ser.
Insisto, la adversidad es inherente a la vida, hay que asumirla como parte del juego y, sobre todo, no caer en la victimización. Esa es la respuesta fácil, que no conduce a más que miseria.
La metáfora del legionario romano
Siempre me sedujo la cultura clásica. Supongo que por eso cuando tengo miedo, dudas o mis proyectos no resultan como me gustaría, me anima imaginarme como un legionario de Roma. La gloria de la ciudad eterna era una causa suficiente para calzarse armaduras, empuñar las armas y seguir adelante.
Para mí, esa visión es equivalente a mi idea de avanzar hasta alcanzar mi misión personal. No tan grande ni vistosa como el imperio romano, supongo, pero un pequeño Coliseo para mí. No hace falta ser un héroe a nivel planetario: podemos empezar por serlo a nivel local. Conseguir eso ya tiene gran mérito.
Como digo, me inspira mi visión del pequeño legionario que ha de hacer frente a la adversidad. La perseverancia es mi escudo. Cierro filas y lo pongo por delante para resistir el miedo. Doy un paso. Luego otro. Y otro más. Avanzo, lento pero seguro, imparable. Porque sé que puedo hacerlo, aunque esta semana estuviese más triste. Es parte del juego.
La verdadera altura de un hombre no se mide por lo que hace en tiempos de comodidad y conveniencia, sino en momentos de desafío y dificultad.
Martin Luther King
Hay que seguir adelante y volver a intentarlo.
Si no te sale, analizas los problemas, planteas soluciones, introduces cambios y perseveras. Si sigue sin salir, toca repetir el proceso hasta que logres el resultado. No hay rendición. A mí me funciona genial recordarlo, por ejemplo con esta maravillosa canción.
Creo que es fundamental aceptar nuestra humanidad, nuestras carencias y fracasos, como parte de lo que somos. Aceptar no significa darse por vencido, sino romperse la cabeza para ver cómo podemos salir del paso, adaptarnos y sobrevivir. Esa es nuestra naturaleza, y no la victimización. Hay una diferencia enorme.
Me duelen la barriga y las piernas por las agujetas del ejercicio de esta semana (además de mi habitual mareo dando guerra). Hoy pasaré el día solo, y tengo una jornada de casi doce horas por delante, entre trabajo por hacer y proyectos personales atrasados. No me sobra dinero para darme el gusto de comer fuera, porque tengo un presupuesto ajustado y a mediodía toca entrenar. Me duele un montón la cabeza, pero quería escribir esta entrada, porque se lo había prometido a mi yo del pasado.
Hoy será un día duro, porque a veces es lo que toca. Y hay que seguir adelante, incluso si todavía no vemos los resultados de nuestras acciones. Quedándome quieto seguro que no llegan. Al fin y al cabo, ¿son estos problemas de verdad? ¡Qué va!
Me levanté bien temprano por la mañana y, en cuanto mi pareja se fue, me calcé el traje de legionario que reservo para estos días de desafíos. Alcé la vista y me fijé en lo que quiero, que se atisba en el horizonte, hoy lejano… pero está allí. Así que, a pesar del miedo, las tristezas, la falta de resultados o el cansancio, me puse en marcha con el escudo por delante. Un paso. Luego otro. Y otro más. Contra todo. No hay rendición. Esa es la única forma que he encontrado para avanzar hacia mis sueños.
Fue de ese modo como llegué hasta aquí. Os mando un abrazo y os dejo: tú y yo tenemos que seguir caminando. Es parte del juego.
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