Os preguntaréis qué tiene que ver buscar la felicidad con la serie Vikings, que he disfrutado mucho.
El protagonista de esa serie, un líder vikingo llamado Ragnar Lothbrok, soltó en un episodio una perla sobre encontrar la felicidad que me dio mucho que pensar:
¿Quién dijo que deberíamos ser felices? Después de todo, la infelicidad es más común que la felicidad.
Una frase que resonó en mi cabeza. Porque, ¿hasta qué punto es positivo que persigamos a toda costa la idea de ser felices todo el tiempo?
Buscar la felicidad: valores y distorsiones cognitivas
La ciencia nos dice que la felicidad es salud, y la salud contribuye a la felicidad. Por eso, creo que tiene sentido que hagamos un esfuerzo activo por estar lo mejor posible, claro que sí.
Creo que las personas estamos aquí con varios objetivos, que dan un poco de profundidad a nuestra historia. Para mí, son:
- Desarrollarnos, madurar y aprender de forma constante a través de los desafíos y experiencias de la vida.
- Dentro del punto anterior, vivir una existencia lo más plena y satisfactoria posible, aceptando también que esta no está garantizada (no es un derecho por nacimiento).
- Hacer del mundo un lugar mejor del que nos encontramos al llegar.
Claro está que eso tiene mucho que ver con mis valores, lo que quiere decir que no tenéis por qué compartirlos.
El segundo punto me parece el más relevante. Porque, no sé si conocíais el dato, pero existe una verdadera epidemia de problemas de salud mental en los países desarrollados, como el nuestro. Estamos mal, y vamos a peor. ¿Por qué?
Creerse con derecho a ser feliz, ¿por qué es una distorsión cognitiva?
Para mí, una de las causas de sufrimiento psicológico nace en la búsqueda constante de la felicidad, sumada a la sociedad adicta a la gratificación inmediata. Nuestros smartphones, trabajos, relaciones sociales y vida en general favorecen un ritmo de vida frenético, para el que no estamos adaptados.
Se refuerza que si tienes una duda preguntes ya mismo a Google, que seas todo lo productivo que puedas, que seas un ser destacado de la sociedad y que tengas éxito en la vida, entre otras cuestiones. Y, a poder ser, que lo hagas rapidito. Todo ya. Gratificación constante e instantánea.
En un escenario tan hostil y exigente, ¿cómo no vamos a estar desquiciados y frustrados? A eso se le suma, claro, la falta de una educación que tenga más en cuenta la importancia de desarrollar resiliencia.
Además, la Terapia Cognitivo Conductual, a través del trabajo del Doctor David Burns por ejemplo, incide en que vivir pensando que tenemos derecho a ser felices, tener salud, empleo… genera malestar. En realidad, no tenemos derecho a nada, pese a que aspiremos a todo, tengamos ilusiones, etc.
Cuando percibimos tales cosas como un derecho y este no se cumple, se genera frustración. De ella, nace una mentalidad victimista (“el mundo me ha estafado”), que puede llevar a insatisfacción, ansiedad e incluso depresión.
Quizá la clave no sean las ideas modernas, sino las milenarias
En mi formación como maestro, cursé diversas asignaturas sobre religión. Y no porque sea yo muy religioso, vaya, sino porque en su momento fue un tema que llamó mi atención.
De esa época me llevé una aproximación a la filosofía budista, que tiene máximas muy sencillas e increíblemente aplicables a eso de buscar la felicidad. La que más me gusta dice algo como:
Haz las cosas con tu mejor intención, no esperes nada a cambio y aprecia todo lo que recibas. De ese modo, nada te decepcionará.
No hace falta que os hagáis budistas para que esta idea de hace milenios os sume. Ya veis que creo que en lugar de perseguir la felicidad como una meta, se trata más de vivir a través de ella, sin esperarla.
Hacer las cosas lo mejor posible genera gran satisfacción a cualquiera. Si a eso le sumamos no esperar nada y aceptar todo lo bueno que la vida nos regale, tendremos una paz mental relevante. Y, de paso, evitaremos grandes frustraciones, para las que usualmente estamos poco preparados.
¿Significa eso que tenemos que resignarnos ante la adversidad? No. Pero, para mí, aceptar el problema y tratar de mejorarlo en lo posible es mucho más útil que pasarse el día peleado con el mundo. Porque la existencia humana lanza bolas curvas todo el rato, y no hay mucho que podamos hacer al respecto, más que trabajar nuestra resiliencia y actitud. Esta idea la recogen las terapias de tercera generación como la de Aceptación y Compromiso, que son la piedra angular de JMT Psicología.
Buscar la felicidad: ¿existe algún secreto para encontrarla?
Desde mi punto de vista, si queremos ser más felices, tenemos que tomar la decisión de buscar aquello que nos suma y da sentido a nuestra vida: comprometerse con los valores. Parece fácil, pero no lo es tanto.
Hay que aprender a cuidarse, a querernos y a querer a los nuestros, a dedicar tiempo a lo importante, rodearse de la gente adecuada y tener objetivos. A desafiarnos para no dejar de crecer, y a endurecerse cuando las cosas no salen bien ni son justas. Y a reducir en lo posible el sufrimiento psicológico autoinfligido, derivado de las distorsiones cognitivas.
Si tuviera que elegir un “secreto” de la fórmula, diría que es aceptar que no es realista creer que se puede vivir siendo feliz todo el tiempo.
Como Ragnar, tocar aceptar que a veces no seremos felices y hay que seguir. Entender que eso de que la felicidad nos corresponde a todos es mentira: una forma estupenda de victimizarnos, de paralizarnos por nuestras miserias. Como la máxima budista, la clave radica en hacer las cosas lo mejor que uno puede, desde nuestros valores: una existencia significativa. No esperar nada a cambio, y a apreciar todo lo que venga. Doy las gracias cada día por mis bendiciones, y eso que ya os dije que no soy nada religioso. Ojo, que la ciencia también nos dice que esa gratitud aporta mucho.
En mis naturales limitaciones, dedico mi tiempo a identificar y cultivar esas cosas que creo que son positivas para mí y para el mundo. No me parece que sea fácil encontrarlas, y requiere esfuerzo conservarlas. A veces tengo que sacar la espada, y cortar los lazos con aquello que me hace daño, aunque sea difícil. Pero creo que todo ello vale la pena y ese es mi secreto, ¿sabéis por qué?
Porque cuanto más lo hago, menos tengo que buscar la felicidad y más me descubro en ella. En esos principios encuentro fortaleza para afrontar las dosis de adversidad que me tocan, porque mi vida está llena de sentido y significado, algo mucho más grande que la felicidad.
0 comentarios