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Asertividad: un no a tiempo que quita mucha tontería

Jesús
12 de marzo de 2021
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La asertividad es un tema bastante más complicado de lo que parece.

Si le preguntas a cualquiera lo que es, y a pesar de la complejidad del término, comprobarás que muchas veces la persona tiene una sólida opinión formada. Es una palabra trendy, comercial. Y que confunde.

¿Qué es la asertividad? ¿Y qué NO es?

Cuando hablo de asertividad, me estoy refiriendo a la habilidad social de comunicar y defender con eficacia (y la fuerza necesaria) nuestros intereses.

Sin embargo, la asertividad no tiene nada que ver con no herir los sentimientos de los demás. Es algo que escucho a menudo, y que creo bastante negativo. Me explico.

A veces expreso opiniones contundentes en favor de mis intereses, que pueden sentar mal al otro. Con todo, no somos responsables de los sentimientos de los demás. Si acaso, sólo de algunos de los nuestros.

Por eso, cuando estando en una mesa donde abundan los votantes de un partido político, expreso que la medida X o Y del mismo me parece una absoluta basura deleznable desde el punto de vista moral, estoy siendo asertivo (esto es un ejemplo cualquiera). Esto se debe a que:

  1. Estoy defendiendo mis intereses.
  2. Lo hago con claridad.
  3. Mi comentario no es ofensivo en sí mismo (pues es una opinión), aunque tiene el potencial de ofender. Como todo, supongo.

Qué es la asertividad: un arma contra la censura (y la autocensura)

A veces, defendiendo tales intereses, me encuentro con la censura como respuesta a la asertividad.

Por eso hablo de que la asertividad exige una comunicación con la fuerza necesaria para defender una postura. No como una llamada a las armas, sino como la capacidad de tener el valor de decir lo que sea que uno tenga que decir, cuando sea que tenga que decirlo. De defender sus principios e ideas.

No digo que sea cómodo hacerlo, claro. A veces estamos en minoría, tenemos opiniones controvertidas y, por supuesto, nos equivocamos. Con todo, en una sociedad realmente democrática, creo indispensable que exista esa libertad de expresión.

Y sí, eso implica escuchar cosas que no nos gusten de vez en cuando (véase el ejemplo de los políticos). Personalmente, vivo rodeado de personas que política, económica y socialmente piensan prácticamente lo contrario a mí. Mientras tenga libertad de expresarme y le brinde la misma a los demás, la asertividad une. Me gusta que haya diferencias: es más interesante y no me impide querer a nadie en su diversidad de ideas.

Por qué la asertividad es sana: cuando decir “no” es importante

Al definir qué es la asertividad, también hemos de hablar de que, en la vida, conviene establecer límites.

Me gusta mucho la metáfora de del doctor en psicología clínica John Townsend, cuando en su libro Boundaries dice algo así como:

Nuestra vida es un país, y somos responsables de gestionar sus fronteras. Tenemos el poder (y el deber) de decidir quién y qué entra o sale. No hacerlo tiene consecuencias desastrosas.

Es relevante el vínculo entre la asertividad y saber poner límites, que a menudo pasa por decir que no, por decir basta o hasta aquí. Hay gente que tiene enormes dificultades con esto.

A todos nos pasa de vez en cuando. Pero tengo la impresión de que hoy en día nos cuesta más establecer y defender esas fronteras. Por eso abundan los niños tiranos, la gente tóxica, los quejicas, el victimismo se cronifica y abunda la fauna defensora de causas que, asertivamente, definiré como extraordinariamente perdidas e inútiles.

Un no a tiempo habría quitado mucha de esa tontería

Lo que está claro es que los hábitos se consolidan cuanto más repetimos una conducta. Es decir: cuando más hacemos una cosa, más se acostumbra nuestro cerebro a que sigamos haciéndola. Los factores externos influyen, pero nuestra naturaleza está ahí.

Lógicamente se incluye como hábito la capacidad de decir que no y establecer límites en defensa de nuestros intereses. No hacerlo supone favorecer el hábito contrario: decir a todo que sí, y dejar que otros gestionen nuestro “país interior”.

Otros profesores de psicología como Jordan Peterson ya han señalado lo bueno que es saber decir no para las relaciones humanas sanas:

Asertividad: discutir nos une y hace más fuertes las relaciones

Todo esto de la asertividad lo toco porque es posible aprender y desarrollar esa habilidad. Podemos fortalecer el músculo del “decir que no y defender lo nuestro”, como siempre, a base de práctica.

Ser asertivos implica que a veces tendremos que estar incómodos. A mí me sucede con frecuencia, diría que casi a diario, porque tengo muy claro lo que me interesa y lo que no. Lo expreso sin cortapisas, y me hace sentir genial, aunque también me cueste algún mal rato.

Ojo, que cuando aplico la asertividad y digo “no estoy para nada de acuerdo”, lo expreso como hombre libre, pero también porque creo que no es constructivo para la sociedad en la que vivo.

No es necesario ser maleducados, bordes ni hacer sangre

Diría que siempre que estamos en desacuerdo nos arriesgamos a ofender al otro, es inevitable.

Así, ni trato de evitarlo, ni hago daño intencionalmente. En esa cortesía, en ese filo de la navaja, entre honestidad y educación, se mueve la asertividad que me gusta. De hecho, en las discusiones que esto genera, esos límites y diferencias, nos ayudan a unirnos más. A entendernos y aprender quiénes somos y quiénes son los demás. Podemos discrepar en ese tema, y no pasa nada. Quiero mucho a personas que viven en mis antípodas ideológicas.

De hecho, cuanto más nos apalean por defender una idea, más fuertes nos volvemos. En la asertividad también va la regla no escrita de ser capaces de escuchar y aceptar la opinión del otro, incluso si implica que la nuestra sea la contraria. Defender ideas en minoría exige un tipo de valor que se cultiva y nace con la asertividad.

La asertividad y la superioridad moral

Sucede que, cuando se da la casualidad de que eres asertivo fuera de los términos socialmente aceptados, la cosa se complica. Hay personas que confunden defender sus ideas con la superioridad moral.

Ser asertivos implica considerar que el mundo sería aburridísimo si todo el mundo estuviese de acuerdo con nosotros. Perderíamos el estímulo de cambiar y crecer que trae consigo la apertura.

Así que en fin, os animo a expresar y defender vuestras ideas. A decir que no a lo que os hace daño. A cerrar la puerta a aquellos que os quieren mal. A expresaros libremente, porque eso os hace fuertes. A asumir y ejercer la responsabilidad que supone ser libres de verdad. Eso sí, por favor, sin creeros siempre en la razón. La superioridad moral es algo feísimo.

Defended lo que es vuestro siempre, caiga quien caiga, con fuerza pero con humildad. No establecer límites permite que el mundo degenere, y que la gente crea que puede hacer lo que le da la gana. Y no es así.

Por eso escribo este blog de psicología, digo que no y me expongo a que otros cuestionen mis ideas. Porque quiero desarrollar el músculo de la libertad, aunque a veces sea incómodo. Siempre encontraréis asertividad en este espacio donde la opinión, pese a todo, es libre. Un abrazo.

<h2 style="color:white;font-size:35px">Jesús</h2>

Jesús

JMT Psicología

2 Comentarios

  1. Para mi, comprender y practicar el concepto de asertividad me ha aportado gran cantidad de beneficios, no solo a mi vida diaria, también a mi vida profesional. Siendo en este caso increíblemente eficaz. Saber decir que NO a un cliente a tiempo, mantenerme firme defendiendo los precios de un servicio, establecer unas pautas de actuación en cuanto a un proyecto cuando sabes lo que funciona y lo que no…

    Considero que el hecho de aprender esta disciplina (por llamarlo de algún modo) es responsable de un alto porcentaje de mi éxito profesional. Y eso que, confieso, hasta hace bien poco sabía que tenía un nombre. Creo que lo aprendí en un capítulo de “The Good Doctor” y me dije: “¡Ahhh! Entonces lo que yo hago con mis clientes es ser asertivo…”

    De hecho, el término “asertividad” debe ser bastante nuevo, porque mi corrector ortográfico-gramatical, lo señala como si fuera un error. XD. (Google ponte las pilas macho!)

    En cuanto al otro aspecto que has tocado, estoy de acuerdo con todo el artículo, pero le tengo que poner un apunte (que no una objeción). Lo que comentas aquí: “… Un ejemplo de ello lo he vivido tras las elecciones municipales de este año en España. Si dices que eres conservador y votas a la derecha es que eres facha, fascista y tonto. Si votas a la izquierda, todo correcto. No lo entiendo…” En mi humilde opinión, creo que aquí te estás dejando de llevar por el grupo social que te rodea y deberías abstraerte un poco más y verlo todo más en perspectiva. Esto ocurre con todas las posturas posibles y lo pude ver en gran cantidad de escenarios. Me explico:

    – Si propones ideas más afines a la derecha: como tú dices, te tachan de fascista, facha, anti-progreso…
    – Pero si propones ideas más del ámbito de la izquierda: eres un rojo, comunista, podemita, perroflauta, no miras por tu país…
    – Si dices que no votas: eres un vago, no tienes derecho a opinar, estás favoreciendo al partido contrario a mis ideas, no …
    – Si dices que votas en blanco: te estás intentando reír del derecho que los demás tienen a votar… (este argumento en especial me hace mucha gracia)…
    – Si no estás de acuerdo con ningún partido y no sabes qué hacer: chacho tienes que decidirte, no se puede ser tan chaquetero, hay que tener más personalidad…

    En definitiva, en cuánto al ámbito político, creo que a la sociedad todavía le queda mucho camino para saber respetar a los demás. El concepto de derecha o izquierda todavía se asocia demasiado al franquismo y al comunismo de una guerra perfectamente olvidable de hace 40 años.

    Responder
    • Muy interesante conocer tu perspectiva, ¡sobre todo en lo del ámbito laboral! Creo que ahí es donde más se quema la gente por no poder límites.
      Sobre lo otro, y como curiosidad, me muevo en grupos sociales que son de todos los colores políticos (sobre todo de izquierdas). Pero realmente creo que estas cosas vienen más de ese lado que del otro (que también tiene sus cosas). Pero vamos, que en el fondo de la cuestión, estamos de acuerdo. Un abrazo grande!

      Responder

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