El otro día estaba escuchando un podcast que profundizaba en los peligros de la adicción a la recompensa inmediata. Duraba dos horas y media y, al final, se reían diciendo que así nadie lo escucharía, porque la gente tiene mucha prisa y quiere contenido rápido. De usar y tirar.
Todos somos un poco víctimas de esto. ¿Te aburres durante unos segundos? Coges el móvil, y miras algo. Así, en general: un repaso sin mucho sentido. ¿Te está hablando alguien y vibra tu teléfono? Echas un vistazo al WhatsApp mientras tratas de dividir tu atención. Alguno lee y tiene la televisión encendida de fondo. La gente va a conciertos y no para de sacar fotos, en lugar de disfrutarlos. ¿Os reconocéis en esas conductas? Seguro. Y en muchas otras. Yo, el primero.
Creo que eso es un regalo envenenado que se llama tecnología. De la vida moderna. Vaya por delante que me encanta esta: uso a diario smartphone, tablet, ordenador, redes sociales y demás, aunque de forma muy intencional y limitada. Y, aunque creo que todas las generaciones critican la novedad, sospecho que en este caso hemos ido un paso más allá. Y se nos está yendo de las manos.
¿Vivimos en una sociedad con una seria adicción a la recompensa inmediata?
El abuso de la tecnología es solo la punta del icerberg de un proceso más complejo.
Este interesante estudio sobre la gratificación inmediata hace ver que, cuando ponemos en valor las metas a largo plazo, apostamos más por ellas.
Sin embargo, desde la tecnología hasta la prensa, pasando por la industria alimentaria o la farmacéutica, se nos envía el mensaje de puedes tenerlo ya. No hay que esperar. Ahora. Un bombardeo constante desde todos los frentes de nuestro entorno.
Hay enormes intereses en favorecer la recompensa a corto plazo
Compramos teléfonos nuevos cada dos por tres, porque son más potentes. En realidad, su tecnología ni ha mejorado tanto ni es tan innovadora como se nos vende. Pero queremos ese extra: más rápido y con más aplicaciones abiertas a la vez es mejor. Por eso los teléfonos actuales tienen memorias RAM y procesadores absolutamente increíbles. Es lo que se demanda.
La prensa apuesta por la gratificación inmediata con artículos cortos, con gancho, sensacionalistas y que buscan el clic a cualquier precio. De hecho, medios como Forbes recomiendan el uso de esta estrategia de marketing o forma de generar tráfico. Empresas como Outbrain llenan los pies de página de los medios de comunicación, con sus “historias patrocinadas” que buscan que sigamos leyendo más y más. Se llama Outbrain, supongo, porque dejan tu cerebro fuera de juego, KO.
Las empresas de alimentación nos venden como calidad el mensaje de “cocina rápida sin molestia alguna”. Habréis visto miles de anuncios tipo calentar y listo: sacar del paquete, microondas y a vivir. No te compliques en preparar un plato decente. Recetas rápidas. O abre el paquetito, que está muy bueno y es fácil. Las implicaciones a largo plazo no importan. Lo fundamental es la recompensa inmediata.
Si tienes cualquier problema de salud, lo principal es eliminar el síntoma. No la enfermedad: el síntoma, y lo antes posible. Después, a seguir con tu vida sin cambiar nada. Mirad este anuncio de Voltadol, por ejemplo. No me extraña que la medicina a menudo no cure, sino que parchee. El paciente no quiere curarse: quiere seguir haciendo lo que hace sin pagar las consecuencias. Y quien prescribe, quizás, es cómplice.
El problema de la gratificación inmediata es relevante
Al caer en la adicción a la recompensa inmediata, estamos renunciando a la capacidad de sacrificar lo que queremos hacer de verdad y es positivo en favor de lo que nos complace hacer ahora sin importar el coste. Un mensaje que se nos repite en todos los ámbitos de la existencia, y que nos está volviendo majaretas.
No lo digo yo: los datos sobre prevalencia de enfermedades de salud mental no paran de aumentar desde la irrupción de la tecnología moderna, allá por 1990. Esta web explica la evolución de la salud mental en gráficos muy visuales y claros, segmentando por tipos de desórdenes. Vale la pena.
¿Es todo causado por el mismo factor? No, claro que no. Pero la psicología actual insiste en que la gratificación inmediata causa estragos enormes, y que convendría cambiar, porque vamos a peor. De ahí el auge de la meditación, movimientos como el mindful eating y todo el tema de la productividad y atención orientadas a una productividad positiva.
¿Qué opciones tenemos para escapar de la peligrosa dinámica de la gratificación inmediata?
Primero, hay que ser conscientes del problema. ¿Realmente pecamos de esto?
Es pertinente un análisis profundo de cada persona, en el que valoremos si nos estamos dejando llevar por la gratificación inmediata o tenemos metas a largo plazo.
En mi caso, dicho análisis se tradujo en las siguientes decisiones concretas.
Tengo una agenda, que mantengo y respeto
Dedico media hora a la semana a organizar mi tiempo. Planteo cada día con significado, con tareas importantes para mí, que sean específicas y parte de algo más grande. Dejo espacio para una o dos cosas que puedan surgir, y dispongo de flexibilidad para poder cancelar o posponer una tarea si lo necesito o no me sale hacerla esa jornada.
De esta forma me mimo a mí mismo, a mi familia y amigos. Con esa media hora me aseguro de ser intencional con mi vida.
Renuncio a las prisas
He dejado de ir con prisa a los sitios. Si cumplo mi horario, llego a tiempo. Si no lo hago, me disculpo y aprendo la lección.
Si hace falta me levanto antes, pero ahora procuro hacer las cosas con calma, bloqueando tiempo suficiente para cada tarea.
Limito la tecnología (mucho)
He aprendido a apagar el móvil, el ordenador y las pantallas. A no coger el teléfono si no estoy en el trabajo, por muy urgente que sea. A vivir sin tantas redes sociales, a que no todo el mundo tenga acceso a mí si no es en los términos que yo establezco.
Intento que, al utilizar cualquier herramienta tecnológica, dicho uso sea intencional. ¿Por qué voy a coger el móvil? ¿Qué voy a ver en YouTube? Ese tipo de cuestiones ayudan a reducir un uso orientado a la adicción a la recompensa inmediata.
Hago una cosa cada vez
Me he acostumbrado a hacer una cosa cada vez. Una. Sea lo que sea que llevo a cabo, trato de que no haya interferencias de ningún tipo. Si vienes por mi trabajo sin pedir cita, es raro que te atienda. Si me llamas para tomar un café espontáneo, no suelo adaptarme. Me fastidia, porque a la gente le sienta mal que no sea flexible… pero es que a mí me sienta peor serlo. Soy asertivo.
Siempre digo lo mismo: si me avisas con margen, tengo todo el tiempo del mundo para ti. ¿Por qué cuesta tanto aceptar eso? Porque me quieren ya, ahora. Gratificación inmediata, o frustración instantánea si no estoy. En fin, que suelo organizarme para centrarme en una cosa cada vez, dentro del ámbito de lo razonable.
Asumo responsabilidades
Intento hacer lo que se supone que quiero hacer, y no lo que me apetece hacer en ese momento. Mi estado de ánimo es humano y variable, y no puedo fiarme mucho de la motivación.
Por eso, asumo mis responsabilidades cada día, y llevo a cabo mis tareas planeadas lo mejor que sé. Al aceptar esto como forma de vida, no me planteo como opción renunciar a hacer algo porque no tenga ganas. Soy responsable.
Reservo tiempo para el descanso
Me aseguro de contar con espacio todos los días para desconectar y hacer lo que me dé la gana. Juego con mi hijo, salgo a pasear con mis perros, duermo un rato, leo, veo series, etc.
Todo eso cabe en mi vida si me organizo bien y respeto mi agenda. Ser responsable me permite, como diría Dave Ramsey, vivir como nadie para luego vivir como nadie.
Cultivo la gratificación a largo plazo
Como digo, organizo mis días para que sirvan a un objetivo semanal que, a su vez, está supeditado a metas a largo plazo (desde meses a años). Como no recibo muchas recompensas por cosas que hago a corto plazo, con el tiempo he encontrado una enorme felicidad en completar proyectos más grandes, con más significado. Me estoy volviendo una persona orientada al largo plazo.
¿Lo más curioso? Que vivir así me resulta mil veces más fácil, aunque al principio me costó un montón implementar los cambios porque suponía decir no a la gratificación inmediata.
Dejar atrás la gratificación inmediata implica renunciar a algunas cosas
Desde luego que, como a todo el mundo, me encantaría pasarme el día haciendo lo que me apeteciese en cada momento.
En concreto, hay unas cuantas cosas que hago que sería genial perder de vista como preocupación. Algunos ejemplos rápidos de vivir de lleno en la adicción a la recompensa inmediata:
- No tendría que orientar mi tiempo a cumplir proyectos complejos, que suponen tener la mirada puesta en el largo plazo. Ni ir al gimnasio, ni escribir libros, ni este blog, etc.
- Podría dejar de ahorrar para mi jubilación, y gastarme el dinero que reservo cada mes para invertir.
- Cada día sería más o menos productivo en función de mis preferencias y motivación durante esa jornada. El mundo tendría que entenderlo.
- Podría estar más pendiente del móvil y la tecnología en general. No me aburriría nunca, porque siempre estaría estimulado.
Así, podría priorizar cualquier tarea, ser absolutamente flexible. Adiós, agenda. Hola, café espontáneo siempre que quiera. No hay horarios.
Lamentablemente, entrar en semejante dinámica tiene sus riesgos
Literalmente, podemos convertirnos en adictos a las recompensas a corto plazo. Pero hay algo mucho peor que eso: si somos padres, o como ciudadanos responsables de las generaciones futuras, no hacemos ningún favor a los que vienen si los educamos en la dinámica de la gratificación inmediata.
Serán, de hecho, personas con una tendencia a contar con menos recursos económicos, menor productividad y, lo más importante, mayor insatisfacción en la vida. Ahí tenéis los estudios enlazados, por si queréis echarle un vistazo al asunto.
Tras años a vueltas con el tema, mi perspectiva como educador, ciudadano y persona con ganas de superarse a sí misma es que vivimos en un mundo en el que el problema de la adicción a la recompensa inmediata sigue creciendo. Por responsabilidad, es importante que cada uno tome sus decisiones para ponerse a salvo, pero también para proteger a los demás.
Espero que mis ideas os sirvan, al menos, como punto de partida para la reflexión. Y que encontréis la alegría y la paz en vuestras recompensas a largo plazo. Son más difíciles de conseguir y están poco de moda, pero valen mucho la pena.
:))
Muy bueno!! Valió la pena leerlo.
Muchas gracias Rolando. Un abrazo 🙂
Muchas gracias, muy buena la información.
Gracias a ti por leerme 🙂
Wooow cuanta razón y la mayoría no nos damos cuenta que estamos encerrados ahí!
Llegue a tu artículo porque Justo estoy buscando un libro que me ayude a entender/superar la adición a la recompensa inmediata y quería saber si de casualidad podrías recomendarme uno?
Gracias
Muchas gracias! Yo, si vas a por un libro para dejar el tema digital, te recomendaría Digital Minimalism (o Minimalismo Digital), que es una obra muy muy buena que puedes encontrar en este enlace Fuera de eso, también me gusta mucho recomendar la obra Esencialismo, que la acompaña genial para reducir el ruido y centrarse en lo importante (la tienes en este enlace). ¡Saludos!
Excelente! Gracias!
Muchas gracias a ti, Ángel. Un saludo!
Es un tema importantísimo, hace un año entre a la universidad y ha sido una verdadera molestia tener la adicción a las redes sociales, es como si tu mundo se rigiera por la sensación de querer revisar el celular o estar haciendo cualquier otra cosa antes de tus responsabilidades.
Gracias por compartir la información 🙂
Por suerte, puede dejarse atrás. Mucho ánimo en tu camino, Dayana, y gracias a ti por pasarte y hasta comentar 🙂